lunes, 27 de mayo de 2013

Japón: El retorno hacia el futuro

Primera mirada

Lo que, en una primera mirada, salta a la vista en el Japón es que el Nombre-del-padre parece existir como función. En el país del sol naciente, las mujeres se parecen a las mujeres (a la vez femeninas y elegantes, aunque estén muy a la moda o en kimono tradicional) y los hombres más frecuentemente a los hombres (con un pronunciado gusto por el uso del saco y la corbata). Escolares, colegiales y bachilleres llevan adorables uniformes (blazer con faldas plisadas para las muchachas, blazer y pantalones para los muchachos). La imagen de los cuerpos da así al gaijin, al extranjero, el sentimiento de un viaje en el tiempo – ese tiempo que los de menos de veinte años (y algunos otros) no pudieron conocer…
Esta repetición imaginaria de los sexos va hasta alojarse en el timbre de las voces: el de las mujeres es sorprendentemente agudo – evocando de buena gana la de Sylvia Bataille en Une partie de champagne – mientras que el de los hombres es, frecuentemente, mas grave.

Avanzar enmascarado

Según un estudio reciente del gobierno, el porcentaje de solteros, en efecto, ha aumentado en estos últimos años. Pero si la vida en pareja es difícil, la soledad no es menos pesada, sin embargo.
Esos a los que les falta afecto están, por ejemplo, invitados a frecuentar bares para chatear, especies de cafés en los cuales se puede beber una copa acariciando a uno o varios felinos, según el humor del momento. Es esa una manera de aislarse suavemente, por un momento al menos, de la comunidad de los hombres sin renunciar sin embargo, totalmente, a la de los vivos. Y si no existe bar de perros en Japón, apuntemos que no es raro encontrar perros japoneses vestidos de pies a cabeza (y a veces con gran estilo, convengámoslo), paseados incluso en los cochecitos. Entonces, hay allí entre los humanos y algunos animales una relación que presta a confusión.

Aislados

El Japón está golpeado por un mal invisible, del que el barrio de Tokio apodado "La ciudad eléctrica" (Akihabara Denki Gai) da una idea. Los jóvenes - hombres esencialmente y aquellos mas bien desocupados - se reúnen entre ellos para jugar solos a los juegos de vídeo y en las maquinas tragamonedas (las famosas Pachinko) que se les ofrecen en millares repartidas en los megastores de varios pisos. Un barrio de la capital  está pues dedicado a los geeks, y son un buen número... Atrapados por las pantallas - verdaderos atrapa-miradas -e hipnotizados por el sonido lancinante de las máquinas, esos otaku (apasionados por mangas, animaciones o juegos de todos los géneros) dejan imaginar lo que es la vida de aquellos que han renunciado a la sociedad de los hombres, aquellos a los que se les llama aquí púdicamente los hikikomori (los aislados), y que viven tan recluidos en su habitación que nadie los ve, ni el turista que va de juerga más que sus propios padres.

En el país de Mishima, la vida es entonces tan suave y agradable para aquellos que están de paso así como les parece dolorosa a algunos autóctonos, mas frecuentemente invisibles y sin embargo bien presentes. El goce Uno se fenomenaliza allí, como los solteros célibes - y eso va sin duda a la par - están también allí en cantidad impresionante. 



Anaelle Lebovits – Quenehen
Lacan Cotidiano – Numero 320

lunes, 20 de mayo de 2013

Matrimonio

Es cierto que el matrimonio es (era) un símbolo fuerte, mientras que todas las operaciones fomentadas por la ciencia permanecen oscuras en el oscurantismo actual; la Ciencia que, en la era actual, dirige a los sujetos a pesar de ellos, resuelve también los problemas de los individuos por su bien, incluso si su “detalle” es siempre complicado. 



Lacan cotidiano, Número 314.